20 de febrero de 2008

Qué Leo en el diario de un viajero francés.





Mardi 06 Novembre 2007 : Nous arrivons à Santiago de Chile vers 15h. Il fait très beau et chaud 30º. Nous prenons le métro propre et clair jusqu'à la station Plaza Italia qui se trouve au centre de la ville. A la sortie je perds Anastasio, je vais seul jusqu'à l'hôtel Providencia. Je pose mes bagages dans une chambre au fond d'une cour. Je me rends à l'office de tourisme. Sur la carte touristique qu'l me donne, différents itinéraires pour découvrir la capitale chilienne. Je choisis celui conduit sur les hauteurs du cerro San Cristobal, là où se trouve la vierge. Je commence à marcher dans l'avenue Providencia. Je vois une très belle librairie moderne "Qué Leo". J'entre. Je m'adresse de suite au propriétaire indépendant de la librairie, Juan Carlos Fau Gonzalez. Il me donne rendez-vous pour une interview le jeudi 08 Novembre 2008 à 10h. Je reprends mon chemin dans ce quartier commerçants, de bureaux, et d'habitations. Je longe le fleuve qui traverse Santiago de Chile. J'arrive à l'entrée du parc. Je commence à grimper par la route la colline San Cristobal, au-dessus de ma tête le télépherique. J'arrive en haut du cerro. Je découvre la ville qui s'étend jusqu'aux flancs des pré-cordillières des andes et sur toutes les montagnes qui l'entourent. Je ne monte pas jusqu'à la vierge, j'irai demain. Je redescends par un des chemins qui traversent le parc. Je traverse le barrio bellavista, le quartier culturel et animée de la ville. La nuit commence à tomber. Je franchis le fleuve. J'arrive Plaza Italia. Les lumières des nombreuses tours au bord de grandes avenues s'allument. Je dîne. Je me couche.

Jeudi 08 Novembre 2007 : Il fait toujours beau et je prends de nouveau mon petit déjeuner sur la Plaza Italia. Je me rends à la librairie "Qué Leo". Je photographie le libraire Juan Carlos Fau Gonzalez devant sa librairie que je photographie et je filme ensuite. Nous nous installons dans un canapé au premier niveau devant le rayon beaux-livres et beaux-arts pour l'interview. Avant de partir j'achète le roman d'un nouveau écrivain chilien qu'il conseille "La Fronda Aristocratiza" d'Alberto Edwards. Un premier roman dans une écriture très ciselée et choc parlant de la différence de classes sociales à travers une histoire d'amour entre un jeune homme de bonne famille et une femme d'âge mûre. Je rentre à l'hôtel. Je fais une sieste. Je vais à la poste pour envoyer le dvd que j'ai filmé, mon essai de documentaire à mon ami Tristan et le livre à la bibliothèque de Nogent-sur-Marne. Je retourne à la librairie "Qué Leo" j'achète un livre de Laurent Gaudé "La mort du roi Tsongor" traduit en espagnol pour offrir à Marcella qui travaille à l'hôtel et à son mari qui m'ont invités chez eux ce soir.Je bois un café avec Juan Carlos et je lui dis au revoir. Il est 20h je monte dans la voiture de Marcella. Sur le trajet jusqu'à son domicile, elle s'arrête devant la porte derrière laquelle étaient emprisonnés les gens sous Pinochet. Elle me conduit sur les pentes des pré-cordillières des andes. Nous dînons dans son pavillon. Le couple a deux filles. Ils font partis de la classe moyenne qui devient plus nombreuse au Chili. Elle me raméne à minuit à l'hôtel.

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12 de febrero de 2008

Enfermedades falsas asociadas al oficio (igual de falso).


En 1876 el librero Irlandés Edmund Rice desarrolló una extraña manía que muy pocos especialistas intentaron dilucidar, ni siquiera despejar. Rice sufrío incalculables años de insomnio, y aun así atendió su pequeño depósito de libros en Belfast puntualmente de lunes a viernes y comulgó todos los domingos. De acuerdo a los escazos retratos intelectuales de la época, el señor Rice derrochó un mal humor entrañable hasta su muerte. Sin embargo su funeral fue inexplicablemente concurrido. Las lenguas viperinas lo atribuyeron a la bonanza económica alcanzada por su hermano, marino mercante, que terminó sus días en Argentina.
Una hermosa publicación describe la librería como un lugar austero, digno para la lectura y limpio por sobre todas las cosas.
Edmund Ricé trabajaba solo. Recibía, clasificaba y vendía los libros que el mismo marcaba de catálogos londinenses. Solo una mujer asistía al librero dos veces por semana en las labores consagradas al aseo más profesional de los escazos metros cuadrados que componían el universo de la Irishboockstore.
En la crónica más extensa que se encuentra de este librero se detalla como en los estantes más del 90 porciento de los libros están envueltos en papel y atados con pequeñas sogas, y en los lomos se encuentran remarcados los títulos de los ejemplares con una gentíl caligrafía.
Esta envoltura le daba a la librería un aspecto de orden impecable. Eran paredes de 3,5 metros de altura empapeladas en tonos crudos. Edmund se esmeró, hasta el día que cerró la Irish, en que todos los tomos estubieran perfectamente atados y cubiertos.
Pero no todo pasaba por el sentido estético y preservante de su mercancía, hasta que recibí en una antología de cuentistas irlandeses un pequeño relato, inédito hasta entonces, de un tal Edmund Rice.
La historía va de un detallista y atento librero que consigue las novedades primero que nadie en la ciudad, que encuentra traducciones maravillosas en catálogos soñados. Sin embargo su ansiedad comienza a dejarlo sin sueño.
Lo peor de todo es que logra conciliar desde las 5 hasta las 7 de la mañana un breve descanso, que se vuelve terrorífico a la hora que comienza su pesadilla. El personaje de Rice, su alter ego librero, sueña que comienza su jornada y las letras que componen cada uno de sus libros ya no están, se han ido.Los libros están en blanco, ahora vende cuadernos. Frente a la tragedia no decae.
Es por ello que cuando recibe los nuevos libros se apresura a sellarlos con papel y atarles la cuerdita para que ningún personaje se atreva a escapar de las novelas y cagarle el negocio.
A Rice no lo abandonó jamás un personaje, se convirtió en uno. Los atrapó a todos.

2 de febrero de 2008

Por seguir la corriente.


WASHIGTON.- Un hombre cuya esposa murió por una descarga eléctrica tras hacer el amor puede ser acusado de homicidio involuntario, ha revelado la policía del estado de Pensilvania.

Kirsten Taylor, de 29 años fue encontrada la semana pasada inconsciente en la vivienda de la pareja y murió tras ser llevada a un hospital por la policía. Su esposo, Toby Taylor, de 37 años, reveló en una declaración jurada que la mujer había sufrido una descarga cuando se secaba el cabello.

Sin embargo, quemaduras descubiertas en el cuerpo de Kirsten indicaron que era imposible que eso hubiese ocurrido, según la versión de su esposo.

La policía informó de que, posteriormente, el hombre admitió que había conectado un cable al cuerpo de su mujer en una práctica habitual en la pareja que hasta entonces no les había ocasionado problemas.

Taylor, quien también enfrentará un cargo por "conducta irresponsable" fue arrestado el pasado 24 de enero y un juez del condado de York le ordenó pagar una fianza de 100.000 dólares para recuperar su libertad.

"Taylor recuperó su libertad al día siguiente tras pagar la fianza y ahora una decisión judicial", reveló un portavoz de la policía del condado de York.

Agregó que antes de que se presente una acusación formal de homicidio involuntario la oficina del fiscal deberá determinar si existen suficientes pruebas con ese propósito.

"Se están reuniendo esas pruebas y cuando se determine que existen fundamentos para un juicio se fijarán las fechas del proceso judicial", indicó.