9 de agosto de 2007

Capote! quien quiere la verdad¡


Truman fue un niño abandonado. Con ese dato podemos elaborar una serie de tesis respecto de toda su literatura. Pero un punto fundamental en su vida es el reconocimiento público como obsesión. Para conseguir esa enfermiza admiración fue capaz de llegar más lejos que el común de los humanos. Fue capaz de mentir y amar para cuadrar sus historias. Un placer fugaz reune la correspondencia de Capote con las celebridades de su época, o lo que peyorativamente llamamos hoy farándula. Gerald Clarke, que ha consagrado su vida al estudio y veneración de Capote, no lo libera de sus pecados, incluso los disfruta un poco. Probablemente esta familiaridad de Capote con los famosos no sea más que una farza para llegar a donde siempre quiso, al estrellato literario. Aunque fuere a punta de mentiras, total es literatura.