27 de enero de 2008

Expiación

Los pecados de la infancia o de la primera juventud son tan imborrables que debiéramos tener una inmensa sección clasificada por delitos; Impresentables, graves, menos graves, y Novelas Históricas.
Como cada uno lee desde sus dolores, yo me había quedado con la buena historia del hijo de la nana, acusado incorrectamente de violentar a una muchachita en las afueras de un castillo británico. En sus descargos muy posteriores contra su principal acusadora le tira en cara que su odiosa familia había encontrado en él al perfecto pervertido plebeyo, pobre y aspirante a delicado.
Pero en la película, que es un ataque más frontal contra el espectador, es la acusadora quien mejor lleva el título de la obra, y que incluso corrige a desordenados y resentidos lectores.
Es gracioso como un lugar común en manos de un talentoso cobra nuevos bríos, y la guerra contra el cliché con la que nos entusiasmo Martín Amis, se va a la basura. EL jovencito siguiendo a su amada por una calle humeante de Londres, mientras ella mueve suavemente su mano alejándose en un bus colorado con promoción de la cerveza Guinnes de los años 40. Y lloras.
Y si no lo leíste lo vas a comprar. Y si lo leíste la debes ver.Cuando ocurre el milagro de la promoción fílmica de una novela, los vendedores y gerentes de las editoriales conmemoran. Les cayó del cielo una promoción inaccesible para ellos, impensada para el mundo de los libros y se consiguen los afiches de Hollywood y les cuelgan la maravillosa "Basada en el libro" , o peor aun,el pendón picante a escala del original. Y que le vamos a hacer, asumamos que somos rémoras de una industria de verdad.
En la película de Expiación hay algo más que correcciones a lectores distraídos, hay indicaciones literarias potentes, de esas que solo puede hacer un consagrado.Es el por que la literatura puede hacer que niñas aristócratas, por lo general imbéciles y egoistas, puedan redimir sus cagadas con buenas letras, pero ojo que no es mi resentimiento esta vez, es el de Ian McEwan.
Los elementos técnicos le otorgan al cine ciertas fijaciones que la novela no soporta. McEwan inventa otro autor para su libro, un alter ego femenino -la pequeña aristócrata perversa enamorada-, que ordena y corrige los errores de su vida frente a la máquina de escribir. Y el director de la película utiliza un primer plano cerrado, de los mismos ojos azules de la culpable de 12 años, ahora llegando a los 70, en una confesión que no le abrirá las puertas del cielo pero la dejará dormir siestas más plácidas.
Incluso, podríamos elaborar, imitando el pendón picle, una miniserie local con el tema del roto acusado de estupro, el drama es de dónde sacamos aristocracia. Es decir, aristócratas de verdad. Si postea Jorge Edwards nos vamos todos para la casa!


Aprovechando el falso ímpetu rejuvenecedor de vacaciones, observarán en el historial de publicaciones un árticulo respecto de los engendros en la literatura actual, los argentinos -atentos al fenómeno- filmaron XXY, la historia de Alex, un -una- adolescente hermafrodita que vive al sur de Uruguay junto a sus padres. En algún minuto la película me pareció la zorra, pero muchas otras me parecio como el ..., perdón, era inevitable, dado que uno de los protagonistas es un muchacho famoso por sus comerciales de Sprite, que en su debut sexual cree que se va a tirar a Alex, pero sin mediar cariño lo voltean, muerde de almohada y abre los deditos de los pies. Después de eso perdí la concentración y se me ocurrian toda clase de bromas contra el adefesio en el colegio, tallas no explotadas por el director. Qué hacé Mostro? Fenómeno eh!