Un veterano argentino de Malvinas, amputado de ambas piernas dice que todos los días busca sus zapatos al despertar. Todos los días obligatoriamente recuerda como y porqué mide un metro diez. Ni todas las terapias, ni los millones de pesos argentinos invertidos en las víctimas han logrado evitar que el veterano quiera calzar una vez más sus mocacines 43. Ni todos los artilugios psicoanalíticos logran distraer a su mente de un hecho tan cotidiano para el mundo como amarrarse los zapatos. Durante un rato quiere morirse y más tarde en la cancha de fútbol se olvida un poco entrenando muchachos extremadamente hábiles con las piernas. Paradojal.
O el oficial de ejercito, al que después de muchos años de conocerlo le pregunto el porqué de su cicatriz sobre el párpado derecho. Soltando la mejor de sus carcajadas me dice que es una herida de guerra, qué fue durante el asalto a la moneda en septiembre del 73. Insisto por los detalles. "iba detrás de un tanque, preocupado por los francotiradores que nunca existieron, cuando el tanque se detuvo intespestivamente me aforré el peor de los cabezasos de la vida contra una lata del vehículo. Esa es mi cicatriz, la herida de guerra más huevona de la historia", después se enteró que el chofer del tanque se bajó a mojarse el pelo por que adentro hacía mucho calor, y el resto de conscripto disparaba a todas partes pensando que el superior yacía herido por balas comunistas.
Lamentablemente cuando buscamos libros de historia en la mayoría aparecen los movimientos que modificaron el curso de los días. Pero estas pequeñas anécdotas, que nos aterran por lo dolorosas o por lo imbéciles, son las que nos cautivan y las que nos hacen pensar en algo tan etereo y amorfo como "La Historia". Pero todos sabemos que para saber lo que ocurrio de verdad debemos ir a la literatura y alejarnos lo más posible de los "historiadores".
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