7 de agosto de 2007

La isla de los prodigios


Nunca hubo invierno para Don Jorge Diaz.
Hubiera odiado permanecer en Santiago con grados bajo cero. Su mal humor sería insoportable. Cada ciertas conversaciones intentaba dilucidar el misterio de su eterno verano fuere local o en España. Nunca tuve una respuesta, ni siquiera poesía.
Todo esto por que los libros de Jorge Diaz se siguen vendiendo, no para actores, para escolares. Los actores, gremio malagradecido por esencia, no tienen dinero para el teatro y si lo tienen compran novelas. Es difícil leer teatro y es más difícil venderlo. Jorge Diaz compraba pocas novelas, compraba libros de historia, compraba libros bonitos para regalos, y claro, compraba muchos libros de Jorge Díaz. Era su mejor cliente. Regalaba sus libros a los periodista que lo requerían con frecuencia o a los jóvenes que intentaban producir una de sus creaciones. El los ilustraba a punta de acidez.

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