Yo tendría que haberme dado cuenta desde el principio que había algo raro.
Pero la emoción no me dejaba pensar.
"Tomá. Las llaves de tu propia librería, que la disfrutes". Me dijo, antes de desaparecer.
Y entonces entré.
Sobre la primera mesa colgaba un cartel:
"No nos interesa su vida, pida el libro".
Vi, a mi derecha, a un empleado que le ponía una cabeza de burro a una persona. Me saludó y me explicó que era un cliente que no sabía el título del libro que buscaba, y en seguida se fue, obligándolo a caminar así por toda la librería.
Seguí avanzando hasta llegar al sector de suspenso. Un empleado ponía fajas en los libros: "fue la esposa" "la mató el vecino" "mueren todos". Interrumpió su tarea para saludarme con una sonrisa mientras le decía al oído a un cliente "está bajo la pirámide del Louvre", y me guiñó un ojo al decirlo.
Perplejo me dirigí hacia infantiles. Mientras caminaba vi que en el sector de autoayuda no había ni un solo libro. Solo un gran espejo con una inscripción que decía "Usted es ridículo".
Al llegar vi que las estanterías para chicos estaban todas cubiertas con alambres de púas, y que a los padres se los encadenaba a sus hijos.
Corrí a la caja. Los clientes eran despojados de todo su dinero y, a escondidas, bajo el mostrador, se les cambiaba el libro, dándoles lo contrario a lo que habían elegido.
Durante horas eran burlados, maltratados, ridiculizados.
Cuando la persiana cayó como una guillotina sobre el último cliente -aquél que se había quedado después del cierre-, me desperté sobresaltado.
-Tuviste una pesadilla? -me preguntaron.
-No... fue solo un sueño, un sueño de lo más hermoso -dije, mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.
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