28 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL TIO







Missing, una investigación.
Alberto Fuguet
Edit. Alfaguara.


Como casi todo en la vida, es muy difícil ganar mucho arriesgando poco. Alberto Fuguet compromete capital propio en un proyecto que le obsesiona de siempre, incluso se endeuda temerariamente con sus familiares para obtener un resultado que lo deja varios cuerpos por delante de sus pares latinoamericanos.

La obsesión del “perdido” convirtió a Fuguet en un coleccionista de extraviados, en las diferentes categorías que aquello podría significar. Desde el post adolescente de Krakauer (Hacia rutas salvajes) hasta el Empampado Riquelme de Mouat, con largas escalas en el colombiano Caicedo y muchas horas de carretera con Dos Hermanos, Road Story, e incluso su filme: “Se Arrienda”. Todo el canon de cine y literatura absorbido por un anglo-latinoamericano se transforma en un pedazo de libro cuyo título es desmedidamente pequeño para su contenido.

Missing, o la investigación del libro, es una excusa familiar para dejar de hacerse el huevón con la vida. De eso se trata, de no dejar atrás a los que se borraron, a los que no soportaron el “deber ser”, y no es por una devoción al “concepto” familia, es pura y simple supervivencia, que nunca es pura y mucho menos simple.

Las locaciones americanas, las bandas, los directores, los filmes, incluso los escritores estadounidenses citados por kilos se mezclan con los repuestos de auto en Diez de Julio, los videojuegos de ahumada y el Cine Huérfanos, en una disposición perfecta del transterrado.

A diferencia de sus ficciones anteriores, el casting de esta historia lo compone el clan Fuguet, que de clan poco tiene. Solo poseen a un escritor que observa potentes atributos literarios al lado B de su árbol genealógico. Pero a pesar de los años de esquivar el bulto las letras comienzan a caer por su propio peso. Todo por un artículo solicitado por una revista peruana. De ahí en adelante siempre fue un proyecto en curso, o pendiente.

La manera, la forma, el cómo se cuenta responde a las horas de vuelo del autor. Para llegar a estas maniobras se debieron recorrer todos los libros que publicó Fuguet. De las piruetas sale ileso, parado, como atleta ruso que atraviesa la pista con velocidad, da varios saltos mortales y cae de una pieza, desafiante, esperando la puntuación máxima y los aplausos de la popular.
La novela comienza en primera persona con una corajuda exposición de un autor en busca de sus personajes. Al avanzar, sin previo aviso, estamos en tercera persona, un niño chileno en estados unidos con la familia de su padre. Un niño solo. Volvemos a primera y de repente el tío Carlos responde los llamados. El perdido se ofende de su clasificación. Su argumentación no respeta el ancho de página, escribe como piensa. Rápido, huidizo, juvenil a pesar de sus años.

Las 386 páginas de la novela corroboran la relatividad del tiempo y el espacio propuesta por este tal Einstein. Se leen en una buena tarde, a diferencia del Sari Rojo, de Javier Moro, con las mismas casi 400 páginas que podría demorarme la vida.

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